EL ABECÉ DE LA CULTURA
“La pintura tiene que sugerir, inquietar”
DAVID BURGUERA dburguera@lasprovincias.es
Rafael Armengol disecciona colores y trabaja sobre las tonalidades cromáticas con el fin de desentrañar todos sus misterios y desenmascarar la realidad, lo que le ha convertido en un referente de la pintura valenciana. Armengol desarrolla su trabajo a través de un pormenorizado estudio e investigación del color en su taller de Benimodo. El pintor contestó a las preguntas en valenciano.
-¿En qué trabaja actualmente?
-Preparo una exposición para Gandia con motivo de la celebración del nacimiento de Francesc de Borgia en 1510.
-¿Investiga y pinta a través de maquinaria creada por usted?
-Normalmente, cuando trabajas de la manera en que lo hago yo, terminas por inventarte los aparatos que te permiten solucionar los problemas en los que tú
mismo te metes con el fin de lograr una determinada solución.
-En su caso, pintar no es sólo ponerse a pintar.
-Son procesos, no complicados, pero si un poco inusuales. Yo distingo dos tipos de color. Por un lado, está el color-materia, el que usa la imprenta
(magenta, cian y amarillo), que superpuestos conforman el negro. Por otra parte está el color-luz (rojo, verde y azul), que en su conjunto forman el blanco si
vibran a la misma intensidad. Me baso en una teoría sobre la percepción del color luz.
-¿Emplea el ordenador?
-Utilizo habitualmente filtros de colores. El cuadro lo realizo tres veces, para tratar el rojo, el verde y el azul,previamente en el ordenador, en blanco y negro,
hago una selección de los tres colores para ver las densidades, y eso me sirve de referencia.
-Su investigación del color parece asunto de científico.
-Yo parto de comprobaciones empíricas, sobre el terreno, no obstante, tengo conocimiento que existen estudios publicados sobre el comportamiento del
color. Esta experimentación y concepción del color, normalmente, están muy bien explicadas de manera teórica. Yo lo experimenté y llegué a una conclusión
por mi propio camino.
-¿Y cuando se lo encontró en los libros le dio la sensación de haber perdido el tiempo?
-No. La teórica cromática tiene un fin científico, y yo la aplico a la pintura, que es otro lenguaje, con otra finalidad. La ciencia explica desde hace mucho
tiempo lo que ocurre con el color, yo no he descubierto nada, pero sí es cierto que empiezas a experimentar y cada vez te adentras más, hasta que observas
la imagen que ofrece un televisor, por ejemplo, y pretendes desenmascarar ese ‘engaño’ que normalmente pasa desapercibido.
-¿La técnica es tan importante como la inspiración?
-El dominio de la técnica es fundamental, y además, es satisfactorio en sí mismo, si te gusta pintar. Cuando dominas la técnica puedes experimentar.
-¿Se siente dominador de la técnica?
-Sí. La técnica es muy importante para mí. Te permite llevar a la práctica lo que tienes en mente. Tampoco quiero decir que se trata de un conocimiento
concluido. Todo evoluciona.
-¿Cómo se pasa del abstracto en los 60 al actual hiperrealismo?
-Cuando yo estudiaba , lo que más me gustaba eran las texturas. Mi pintor de referencia era Tàpies, una época en que mostraba texturas, rasgados,
materia… y yo experimenté con las texturas, pero no de manera anárquica, sino con una cierta composición ordenada. Comencé a introducir elementos
figurativos, narrativos. Sentía que el abstracto no me daba todo lo que pretendía y comencé e a introducir elementos de la historia del arte, principalmente del
Renacimiento, en los que superponía los colores, las imágenes. El tratamiento era darle a un elemento clásico, una ejecución desde una mirada actual. La
evolución está en ti mismo, porque un cuadro siempre invita a nuevos cuadros, te abre caminos. Hay que entender el porqué de ese nuevo rumbo, y una vez
uno se entiende eso, empieza una investigación nueva.
-¿Qué piensa hoy de aquellos primeros trabajos?
-En la vida no tienes siempre las mismas inquietudes. La sociedad cambia y tú también. Cuando hice una serie sobre la matanza del cerdo, la realidad social
daba para eso, era finales de los 60, principios de los 70, y la situación del país no era la misma que ahora. Debía decir cosas que quizá iban
contracorriente.
-¿Y ahora?
Ahora veo la pintura como una necesidad de incitar un estado de reflexión. La pintura siempre tiene que sugerir, inquietar, quizá sin concretar, para evitar
hacer lecturas únicas y propiciar nuevas miradas. La pintura no es, actualmente, para mí, un elemento de choque, sino un lenguaje. El empleo de las rayas y
los puntos también es un modo de desenmascarar esa realidad que llega a través de la televisión y el ordenador, los mass-media de hoy. La imagen que
recibimos no es la realidad, sino una versión óptica, lo que vemos a través de los medios audiovisuales es un engaño visual, una ficción que aceptamos sin
detenernos a analizar su soporte. El material de mis cuadros es este soporte.
-¿Observa a la gente cuando mira sus cuadros?
-Normalmente no puedo. Sí que oigo algunos comentarios de gente que no sabe que soy el autor, y cuando coinciden de alguna manera con tu percepción
te alegra. Para mí, lo máximo es que la gente, delante del cuadro, se siente satisfecha de la misma forma que yo. Que el espectador perciba algo de lo que
pretendo reflejar es gratificante.
-¿Benimodo le inspira?
-Yo creo que si hubiera estado en otro lugar, mi obra sería otra. Por eso te hablo en valenciano y hubiese querido que mis palabras se leyesen en
valenciano. Todo condiciona. Muchas de mis series nacen del entorno. Es el caso series como ‘La matanza del cerdo’, o la de ‘La huerta’, que siendo
colorista, su intencionalidad era totalmente distinta a esos paisajes bucólicos.
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